miércoles, 16 de septiembre de 2009

UN MUNDO LLENO DE PROBLEMAS Y DOLOR


Demos una rápida mirada al presente estado mundial de agitación, perplejidad y desintegración. Consideremos este estado de cosas a la luz del anhelo de Dios de salvar a la humanidad de la ruina. Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2P.3:9). No olvidemos que Dios seguro que siente un pesar inmensurable por el sufrimiento de la humanidad y por las interminables crueldades que inflige Satanás, mediante sus seguidores terrenales, tanto a los seres culpables como a los inocentes. ¿Se desanima Dios por esto? No, de ninguna manera; en lugar de ello, manifiesta poderosamente su amor para dar a cada persona una plena y segura oportunidad de aceptar su salvación. (Isaías 42:4; 63:1; Mateo 28:18-20). Como creyentes hijos de Él, podemos y debemos unirnos en esta misión de amor salvífico.
No alcanzamos a destacar demasiado el interés que Dios tiene en la situación del mundo y en la necesidad de cada persona que habita en este mundo de desgracias. Sin Dios estamos perdidos y desvalidos, por esta razón, y desde siempre, Dios tiene en acción un gigantesco operativo de rescate y hace provisión para que todos puedan ser salvos y entrar en su reino.
Por medio del sacrificio de Cristo; la obra del Espíritu Santo; el poder de su Palabra y la intervención de los ángeles celestiales, todo el cielo trabaja para que el Evangelio de salvación arraigue en nuestras vidas. Mi amigo lector, no pierdas la ocasión de hacer un pacto de reconciliación con tu Creador y Salvador.
En los términos más atractivos y mediante las influencias más amorosas, Dios trata de integrar a todas las personas en una relación salvadora consigo por medio de Jesucristo. En virtud de su gran amor, también nos alerta acerca de nuestro peligro espiritual y de nuestra absoluta necesidad de salvación en Cristo. (Ezequiel 33:11; Hechos 4:10´12; 1 Tesalonicenses 5,9,10,23).

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