martes, 25 de mayo de 2010

¿TEMER A DIOS? o CONFIAR EN ÉL!!!

"Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas" (Apocalipsis 14: 7).
 El temor, o sea, el amor y la reverencia para con Dios es el fundamento de una experiencia religiosa saludable. Abre el camino para todas las bendiciones del evangelio y nos preserva contra el mal.
El llamado a temer a Dios es una exhortación a aceptar la verdad divina y a no permanecer enredados en falsos conceptos acerca de la vida y de Dios; falsos conceptos ofrecidos por hombres que actúan bajo la inspiración de Satanás, el gran engañador. 
El temor reverente nos introduce en una grata y vibrante armonía con nuestro Creador y desvanece todos los temores terrenales que se interponen en el camino de nuestra alianza completa a él. La relevancia del llamado con que comienzan los llamados de los tres ángeles de Apocalipsis 14, "Temed a Dios", resulta destacada aún más por la confusión espiritual de nuestro tiempo. Esta confusión es el resultado directo de la desviación que la humanidad ha protagonizado respecto de la verdad del evangelio, y del desinterés generalizado respecto de la ley divina (2 Timoteo 4: 3,4).
En nuestro mundo actual, los hombres desfallecen por el temor (Lucas 21: 26), es decir, están perdiendo el valor y la esperanza en vista de las crecientes calamidades de la sociedad. La mayoría de la gente vive temiendo la muerte, el crimen, la pobreza y las desgracias de toda clase. Pero el temor de Dios desvanece estas ansiedades corrosivas y las reemplaza por una vigorizadora confianza en su buena voluntad y en el interés amoroso que él siente por ellos.
Cuando esta certeza acerca del cuidado personal de Dios por nosotros se establece en nuestro corazón, deseamos complacerlo más y más por medio de una vida que esté de acuerdo con su voluntad, no con altibajos de sumisión y resistencia, sino con una consagración sincera que clama desde el corazón "sí y amén" a todo lo que Dios ofrece y requiere.
La paz que él concede a quienes caminan resueltamente a su lado echa fuera todo temor nocivo para el crecimiento de nuestra relación con él y con otros (1 Juan 4: 18).
Sin un temor básico y saludable respecto de Dios, vagaremos por la vida como hijos desobedientes y obstinados. Pero Dios habita en el corazón de quienes sienten un respeto amoroso para con su autoridad suprema, y dan la bienvenida a la conducción y a la disciplina de un Dios que se interesa tanto en nosotros como para corregirnos y protegernos (leer en Salmos 34: 9-18; Hebreos 12: 5-15,28).
Quienes temen saludablemente a Dios ya no temen a los seres humanos ni a los demonios. Este es un medio importante de fortalecimiento interior contra la bestia y su marca, así como contra toda influencia desanimadora y opresiva presentes en el mundo de hoy (Salmos 27: 1:5; Hebreos 13: 5,6).