Los antiguos dramaturgos griegos a menudo usaban en sus dramas un dispositivo llamado deus ex machina, lo que significa "un dios desde una máquina". En el drama, los personajes estaban afrontando,un dilema aparentemente insoluble cuando, de repente, descendía al escenario, por medio de una máquina, un dios que aparecía del cielo y resolvía el problema.
El explorador Ponce de León, en el siglo XVI, buscó en Florida, EEUU de Norteamérica hoy, la fuente de la eterna juventud, esperando beber de sus aguas y vivir para siempre. Otros han buscado la ciudad de El Dorado, esperando ser dueños de su fabulosa riqueza.
Tales búsquedas son inútiles, porque estas cosas no se hallan en la Tierra. Cristo es el agua de eterna juventud, y la Nueva Jerusalén es el único El Dorado que el mundo conocerá.
El problema de la realidad mundial será resuelto, de manera y forma definitivas, por Cristo en su segunda venida a la Tierra. Él regresa para reclamar todo lo que es, con toda legitimidad, suyo.
El regreso de Cristo nos asegura que prevalecerán la paz, la justicia y el amor, y que la presencia del mal, que ha causado tanto dolor, tanto temor, tantas dudas, llegará a un fin irreversible y definitivo, para siempre.
La importancia de la segunda venida de Cristo no puede ser enfatizada demasiado, es el suceso que todo cristiano espera con ansia. Los primeros cristianos sabían con certeza que Jesús volvería pronto. Entretanto tenían la comisión de difundir las buenas nuevas y prepararse a sí mismos diariamente para darle la bienvenida.
Han transcurrido muchos siglos, ¿cómo es hoy esta certeza de antaño?
Otro día lo veremos.
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