Lo que convence al ser humano para aceptar la invitación no son los razonamientos; al contrario, las razones humanas llevan, por sí solas, a despreciarla. Es por esto que Dios tiene un agente sobrenatural que obra en el corazón de cada persona, induciéndola a aceptar el llamado. Es el Espíritu Santo, de quien dijo Jesucristo que "convencerá al mundo de pecado" (Juan 16:8).
El Espíritu despierta la conciencia y nos hace conocer cuál sea nuestro estado, nos señala la Cruz y nos invita a ir allá para encontrar respuesta a nuestras necesidades más profundas.
El Espíritu tiene la difícil tarea de confrontarnos con nuestra verdadera condición y, entonces, más importante aun, con el remedio para ella. Y aunque el Espíritu nos convence, nunca nos fuerza. La elección de atenderlo o rechazarlo siempre depende de la persona.
¿Qué tiene el corazón humano que resiste tanto la salvación? ¿Por qué no todos responden de forma inmediata y positiva a la oferta de una vida mejor y perdurable?
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