La Reforma produjo un interés sin paralelo en las profecías de Daniel y Apocalipsis. Este interés está relacionado con la rápida difusión de materiales de estudio, comunicación y conocimiento que permitió el desarrollo de la imprenta. El conocimiento fue en aumento, como realmente había predicho Daniel. Y prácticamente casi todos los reformadores identificaron al poder del cuerno pequeño, que surgió de los diez elementos del Imperio Romano, como la institución del papado. Pues sí, históricamente el papado encaja en el boceto histórico de Daniel capítulo 2 y más aun en el del capítulo 7.
Daniel 7 adelantó que este poder "hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley" (ver. 25). Para aquellos reformadores, la conclusión era inevitable y clara: Ese poder era el papado. Un, siquiera sea elemental, estudio de la historia presenta que el obispo de Roma, o sea el papado, es el directo e inmediato eslabón con aquella Roma imperial, temporal y secular. A la vez, un repaso de sus actitudes y actividades hasta el tiempo de la Reforma protestante, muestra cómo realmente ejerció un poder perseguidor, intolerante y, con harta frecuencia, muy abusivo con quienes disentían de su carácter y forma de gobierno de la iglesia.
Naturalmente, la institución romana tuvo la necesidad de contrarrestar la divulgación de la percepción protestante de su encaje en la profecía; de ahí la Contrarreforma, cuya acción más relevante fue, y sigue siendo para tantos, la introducción de que las profecías pertenecían al futuro, a un momento no revelado pero muy cercano al fin de los tiempos, poco antes de la segunda venida de Cristo. Este concepto arraigó de tal manera que, aun hoy, está presente en las creencias de muchas denominaciones cristianas.
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