En los grandes establecimientos, grandes superficies comerciales, en todas las tiendas donde se ofrecen las más diversas cosas que uno pueda imaginar, ha empezado ya, como sucede todos los años en estos días, la gran campaña publicitaria para que "nadie se quede sin comprar" cualquier cosa, la cuestión es que es menester gastar y gastar, incluso pagando con el dinero que no se tiene; todo está bien porque se acerca la Navidad.
Dicen que se celebra la Navidad en conmemoración del nacimiento del Redentor del mundo. Generalmente se celebra este día con festejos y glotonería.
“Se gastan grandes sumas de dinero en una innecesaria complacencia propia. Se da rienda suelta a los apetitos y placeres sensuales a expensas del poder físico, mental y moral. Sin embargo, esto ha llegado a ser un hábito. El orgullo, la moda, la satisfacción del paladar han consumido inmensas sumas de dinero que en realidad no han beneficiado a nadie, sino que han estimulado una prodigalidad de medios que desagrada a Dios. Se vive en estos días glorificando al yo antes que a Dios. Se ha sacrificado la salud, se ha dado al dinero un uso que es peor que tirarlo, muchos han perdido la vida por sus excesos en el comer o por una disipación envilecedora, y se han perdido almas por esta causa.
“Dios sería glorificado si sus hijos disfrutasen de un régimen alimenticio sencillo y usasen los medios que les han sido confiados, para traer a su tesorería ofrendas pequeñas y grandes, que serían usadas para enviar la luz de la verdad a las almas que se hallan en la oscuridad del error. Los corazones de las viudas y huérfanos pueden ser alegrados por los regalos que alimenten su comodidad y satisfagan su hambre”. (Mensajes para los jóvenes, sección 10 La Mayordomía. Los regalos de las fiestas. Los malos resultados de la complacencia propia).
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