"Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación" (Apocalipsis 14:8).
Esta es la proclama del segundo ángel presentando una apelación urgente motivada por el amor de Dios, que desea salvar antes que la condenación deba efectuar su cometido para depurar a la humanidad. Dios está dando aviso de los peligros y la caída de filosofías, y prácticas religiosas falsas, que no se atienen a la estricta y pura Palabra de Dios. El Señor desea que todos los hombres, de todos los lugares del mundo, reciban la salvación que les ofrece por el evangelio de redención y reconciliación.
Señales distintivas. Los falsarios, los criminales y toda clase de transgresores son identificados más que por su nombre, por sus características y acciones. Muchas instituciones y organizaciones pueden ser coincidentes en sus nombres; pero su completa identidad se fija y determina mediante un sumario completo de su carácter, sus hechos y dichos, y las relaciones que establece con otros y de qué forma lo hace.
Como premisa exponemos que Babel es sinónimo de confusión y error. Babilonia es un nombre simbólico que conlleva el poder prácticamente absoluto. Como es bien sabido es un nombre derivado de Babel, que es indicativo de confusión y error; es el nombre que en la Biblia es empleado para nombrar, sin su propio y particular nombre, a las religiones falsas y apóstatas.
La Biblia presenta a una mujer como símbolo de la iglesia: una mujer virtuosa y pura representa la iglesia pura, la que fundó Jesucristo; una mujer vil y falsaria como una/s iglesia/s apóstata/s.
Pero el ser humano, creado por Dios y con cualidades de su caracter divino, a su imagen y semejanza, para "salvarse"de su estado caído que lleva a la muerte total y definitiva, ha inventado sistemas de religión alejados de la sencilla verdad revelada por Dios, y ejemplificada por Jesucristo, y se complace y disfruta con ellos, llegando por esto a la condición de fornicación espiritual.
Esta representación, nadie la tome a broma ni exageración sectarios, sino como una seria advertencia del Juez divino, al que no se puede burlar, ni comprar obrando y que no comete error alguno.
Los planes de los constructores de la torre de Babel terminaron en vergüenza y derrota. El monumento de su orgullo sirvió para conmemorar su locura. Pero los hombres siguen hoy el mismo sendero, confiando en sí mismos y rechazando la ley de Dios. Es el principio que Satanás trató de practicar en el cielo, el mismo que siguió Caín al presentar su ofrenda.
Hay constructores de torres en nuestros días. Los incrédulos formulan sus teorías sobre supuestas deducciones de la ciencia, y rechazan la palabra revelada de Dios. Pretenden juzgar el gobierno moral de Dios; desprecian su ley y se jactan de la suficiencia de la razón humana. Y, "porque no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos lleno para hacer mal." (Ecl. 8: 11)
En el mundo que profesa ser cristiano, muchos se alejan de las claras enseñanzas de la Sagrada Escritura y construyen un credo fundado en especulaciones humanas y fábulas agradables; y señalan su torre como una manera de subir al cielo.
Los hombres penden admirados de los labios elocuentes, que enseñan que el transgresor no morirá, que la salvación se puede obtener sin obedecer a la ley de Dios. Si los que profesan ser discípulos de Cristo aceptaran las normas de Dios, se unirían entre sí, pero mientras se ensalce la sabiduría humana sobre la santa Palabra, habrá divisiones y disensiones. La confusión existente entre los credos y sectas contrarias se representa adecuadamente por el término "Babilonia," que la profecía aplica a las iglesias mundanas de los últimos días.