La ley de Dios revela, en diez sencillas declaraciones, breves y claras, las características de una vida moralmente sabia. La ley es la transcripción del carácter de Dios. Es "santa, justa y buena". Pero no puede impartir justicia ni siquiera a quienes creen con devoción en sus principios. sólo el evangelio de salvación puede ponernos en armonía con los requerimientos de la ley. El fruto seguro de la conversión genuina es, ahora sí, la obediencia a la ley de Dios. En consecuencia, el carácter y la conversión son escrutados con total precisión en ocasión del juicio en base a nuestra relación con la ley.
¿ A quién no preocupa, incluso asusta, la seguridad de que será juzgado? Las referencias bíblicas acerca del juicio del tiempo del fin presentan un mensaje lleno de esperanza y triunfo para los seguidores de Dios, sus creyentes y fieles. Dios, el Anciano de días, dio dominio de todas las cosas al Hijo del hombre y "fue hecho juicio en favor de los santos del Altísimo". Se le quitó al usurpador, el pomposo adversario de Dios y perseguidor del pueblo de Dios, su dominio; siendo así restaurado el pueblo de Dios a su estado inicial de mayordomía de la Creación bajo el señorío del Altísimo. En ninguna parte se condena a los santos sino que son vindicados, mientras que sus adversarios son abatidos para siempre. Un juicio legítimo no se basa en disposiciones arbitrarias. Dios no tiene enseñanzas secretas, requerimientos escondidos o demandas imposibles de ser cumplidas. Mediante la proclamación de su juicio, él aclara lo que espera de nosotros, y además nos indica las provisiones que ha hecho para cumplir sus requerimientos.